La música es de todos

15.12.09

La invención de un presente

Y ahora, sin más, los dejo con Mauro, habitue de la casa, amigo de los pibes, macho patagónico


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(Aclaración: esto no es más que un ejercicio de un principiante)

Primera parte

Hinchan (todavía) las pelotas con “La metrópolis y la vida mental”, y la experiencia fragmentada de la ciudad moderna, o el fin de la experiencia, y recitan como un evangelio todas esas cosas que siendo ciertas, interesantes y hasta necesarias no dejan de ser puras giladas. O solamente una parte del problema. Porque no es tan distinta la vida de una ciudad grande y de un pueblo chico.
Un pueblo chico hoy día es un aborto de ciudad, es una ciudad en estado larval. Por lo general, la vida en un pueblo chico hoy tiene muy pocas de las ventajas de la vida de una ciudad grande, con mucho de lo opresivo e insoportable que, para una subjetividad moderna, tienen las sociedades tradicionales.
Sobre todo esa mutua vigilancia completamente inane, esa costumbre que me pareció siempre tan boba: hablar de lo que hace la gente que se conoce por el nombre nomás.
No hablo del chisme, sino de eso que subsiste en la modernidad bajo la forma de revistas como Caras y Hola.

Digamos que hay un individuo X, que se crió en el seno de la pequeñoburguesía porteña. Asistió o bien a un colegio privado, o bien a un colegio estatal de prestigio (también se podría decir “de elite”, pero hace rato que no hay elites en Buenos Aires: solo bandas de aventureros, pícaros o ladrones tratando de sacarle beneficio al crimen) por lo general su grupo social no está compuesto de mucha más gente de la que conoció en las instituciones por las que es prácticamente obligatorio transitar por estar inserto en una clase social. Es por eso que ahí también encontramos la atmósfera asfixiante del pueblo chico: la vigilancia, el puterío, y la endogamia a la que se suma la tan urbana neurastenia.
Frente a esa vida mental de pueblo chico, el escape que nuestro individuo X tiene más a mano es entregarse al dolce far niente, a la flânerie. Para dar con suerte con alguna iluminación que nos conecte con eso que la ciudad repele.

En todo eso venía pensando, y en este último punto recordé que no hay una palabra en castellano para nombrar esa vivencia específica de la metrópolis moderna.

Pero sí hay una palabra: me vino a la mente enseguida la famosa frase: “con mi balsa / yo me iré / a naufragar”. Me acordé que “naufragar” se le decía en los ’60 (según leí en un artículo de Pipo Lernoud o uno de esos) a ir de bar en bar por la ciudad cruzándose con conocidos y desconocidos, y haciendo lo que pinte.
Se me ocurrió que de alguna manera la canción hablaba de lo mismo que venía hablando yo: el “naufragar” como escape de la vida mental de pueblo chico.
Si se considera a “La balsa” como una obra fundacional, debe ser porque vino a dar cuenta de un fenómeno típicamente “moderno”: ¿Y no fue el llamado rock nacional una modernización de la música popular argentina? (*)

El tipo está “cansado de vivir en este mundo de mierda”, y termina encontrando en el “naufragar” un escape. Digamos: se hincha las pelotas del “pueblo chico” y sale a buscar la soledad moderna.
Pero también la balsa puede hablar de lo contrario, de lo complementario: “cansado de vivir en este mundo abandonado” (un mundo huérfano de auténtica experiencia colectiva) el tipo quiere irse a “la locura”, cambiar la pesadez lógica y disciplinada por el sinsentido. La canción termina repitiendo “a naufragar” como un mantra, como un rezo.
Dos opciones o dos maneras de enfrentar, de entender la modernidad, que estaría (en este mapa o serie que empezamos a delinear) fundando “La balsa” de Lito Nebbia y Tanguito: o bien se intenta trascender la opresión de la vida urbana mediante una cierta exasperación de la misma, una exploración (sin arreglo a ningún tipo de fin) de lo que una ciudad ofrece; o bien se intenta recuperar en el lenguaje (y la música, obvio) algo de aquello que la modernidad vino a “fragmentar”.

Dos décadas después (cuando a la modernidad se le ponía “pos” y al liberalismo “neo”) Charly García y Spinetta ahondarían en la segunda opción con “Rezo por vos” (y se puede decir que la agotan, porque tan honda y auténtica fue la recuperación de lo místico que llevaron a cabo, que terminaron haciendo magia: como se sabe, la canción decía “y quemé las cortinas…” y las cortinas de la casa de Charly se quemaron) haciendo explícito el carácter místico o religioso de ese “escape”; y Viejas Locas continuaría la primera opción con “Intoxicado”, haciendo explícita la alusión a las drogas que siempre se le atribuye a “La balsa” (está hablando del fassssso!).
Por otra parte, estas dos opciones estarían fundamentadas en dos aspectos prácticamente definitorios del rock: la electricidad y las drogas.
Superar la modernidad exasperándola (usando electricidad para hacer arte) o apelar a aquello que se le opone, conservar la experiencia mística, mítica o religiosa que vulnera: es conocido que las sustancias psicotrópicas cumplen un papel fundamental en la religión de muchos pueblos “primitivos”.

(*) Sospecho, sin embargo, que se le da a “La Balsa”, un lugar fundacional a partir de un equívoco: el de ser “la primera canción de rock en español”. El carácter erróneo de esa atribución es fácil de comprobar gracias a la difusión que tuvo recientemente una canción como “Demolición” de Los Saicos. Canción a la que se le atribuyó un carácter fundacional (y también sospecho que a partir de un equívoco) y que por otra parte vendría a dar cuenta de un tercer modo de enfrentarse a la modernidad que también es característico del Rock: “romper todo”, oponerse radical, irracional y destructivamente: “Echemos abajo la estación de tren…”

Segunda Parte.

En las letras de Prieto viaja al cosmos con Mariano, estas cuestiones (*) aparecen con características nuevas. Se puede decir que dan cuenta de un agotamiento, pero no sin intentar superarlo.
Hay un cierto desencanto en las letras de Prieto: “fui a buscar dolor / solo encontré / a la / feli / cidad de ser tan necio…”. Ávido de algo auténtico, el tipo camina por el “cogollo porteño de Arlt, por la avenida en la que gente como Fernando Noy vivió una bohemia anfetamínica, y no encuentra nada que satisfaga esa sed. “Naufragar” sería una opción agotada.
No hay en Prieto tampoco una “salida mística” como a la que aludíamos en la primera parte, sin embargo, en “Verano Fatal” aparee una opción análoga: “en medio de esta guerra (…) yo me enamoré de vos”. En un clima de agotamiento y desencanto muy parecido al de “Avenida Corrientes” el único escape posible es encontrar alguien a quien amar. Eso es lo que vendría a reemplazar u ocuparía el lugar de una “salida mística”. En “Sociología de la religión” Max Weber señala que el amor erótico tiene mucho que ver con la “experiencia religiosa” (no es ese el término exacto que usa, no tengo el libro a mano para extraer la cita).
En “Avenida Corrientes”, ante el “agotamiento” la opción es replegarse sobre sí mismo (es en éste repliegue donde puede estar fundándose el carácter consolatorio de las canciones de las que vengo hablando, y su glosolalia). En “Verano Fatal” lo único que brinda consuelo es el amor.
Hay, sin embargo, en Prieto una salida que se puede considerar inédita (o sólo comparable a lo que hicieron los Illya Kuriaky and The Valderramas) por un lado en la “glosolalia” que mencionaba antes, el idioma inventado (o el inglés inentendible) de canciones como “chispas” y por otro en el absurdo de “Llamaste por teléfono pidiendo fuego”.
Percibimos un cierto agotamiento, podemos concebir la necesidad de superarlo y llegamos a superarlo por momentos, pero por hallarnos todavía en él no podemos llegar a decirlo. Al mismo tiempo que un intento por alcanzar ese idioma del futuro, el idioma de Prieto pareciera estar hecho con las ruinas que sería éste presente en aquél futuro que no puede decirse.
Sin mandarle tanta fruta, o diciendo otro tipo de gilada, también se puede pensar ese idioma inventado como un modo de escapar del idioma oficial que desde su fundación viene imponiendo e Estado Argentino (a un territorio en el que siempre se hablaron y se hablan muchas y variadas lenguas) y del inglés que impone el imperialismo y sus políticas culturales.

La idea de este ejercicio era poder decir alguna cosa útil acerca de, primero, la necesidad que tenemos de comprender que aunque la modernidad haya provocado profundos cambios, concentrarse sólo en éstos (o considerarlos de alcance “universal”) puede llevarnos a no comprender aquello que a la modernidad se le escapó o no saber còmo recuperar lo que nos quitó. Y segundo, poder dar alguna razón acerca del valor y la novedad de Prieto viaja al cosmos con Mariano.




(*) Quizás no corresponda ubicar a Prieto en la tradición del “Rock nacional” (concepto que, vuelvo a sospechar, mucho necesita una profunda revisión) sino en la tradición de La Cofradía de la Flor Solar, Patricio Rey…, Peligrosos Gorriones, etc.

2 escucharon:

Napoleon Wilson dijo...

Toda critica a la modernidad sera por mi apoyada. MUy bueno esto, si señor.

Jack dijo...

Irónico el planteo inicial, porque la crítica es que se trata solamente una parte del problema y el texto es exactamente eso: una mínima porción, estúpida, inútil. Estéril, porque nada nacerá de aquí. No por esto pierde su validez.

Por otro mundo, el carácter "fundacional" que se le atribuye a "La Balsa" es más simbólico que real. Nadie podría afirmar exactamente cuál fue la primer canción (y lo que con ello conllevaría) rockera o popular en español, todos los actuales y pasados son hijos que jamás conocieron a sus padres pero, tal vez, sí a sus abuelos. Varios artistas ven en "La Balsa" su primera experiencia, el debut de sus oídos en algo que consideraron nuevo o diferente, de ahí el famoso carácter fundacional que se le atribuye. De cualquier forma, ya sean los Saicos, Lito Nebbia, un X, siempre habrá uno que llegó antes.