La música es de todos

3.8.09

El mal, entendido

Con ustedes, nuevamente, Mauro


Fe de Splinters: me olvidé de copiar el último párrafo, soy una colgada, sepan disculpar y leanlon que es interesante!

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Nadie te enseña a desobedecer. Todos te dicen no digás malas palabras, no faltes el respeto, ponete a trabajar, dejate de hinchar las pelotas. En la secundaria, por ejemplo, suele uno sufrir y berrear en contra de los profesores y los preceptores, que te piden siempre que cumplas las reglas, que hagas la tarea, que no te portes mal. Entonces, mientras uno está creciendo y se tiene que ir inventando a sí mismo, le cuesta un huevo aceptarlo: suele "rebelarse", como dicen las revistas para ti en sus notas sobre la adolescencia. Pero después uno pasa esa etapa, y se da cuenta de que nadie te enseña a desobedecer.

La cuestión de la desobediencia se relaciona en el arte con la cuestión de la originalidad. El artista daría con su originalidad desobedeciendo a la norma impuesta desde la oficialidad del arte. Por eso puede decirse que no son originales esos prolijos literatos que después de asistir a la universidad para enterarse de las teorías más prestigiosas, escriben novelas para lisonjear esas teorías. Y una vez hecho esto canturrean para sí, satisfechos "soy intelectual/muy inteligente/soy intelectual/muy inteligente".

En Piazzolla esta cuestión de la desobediencia y la originalidad encuentra una ocasión inmejorable para ser pensada: bien puede decirse que Piazzolla funda su radical originalidad en la desobediencia. O en "el malentendido" como lo denomina Diego Fischerman, en la biografía de Piazzolla que escribió en colaboración con A. Gilbert. Fischerman plantea en la introducción del libro que lo que caracteriza a su música es cierto desajuste (cierta desobediencia, diríamos nosotros) entre la música tal como está escrita y el modo en que se la interpreta. Piazzolla fue capáz de fundar su música en este desajuste (logrando con esto su radical originalidad) porque siempre su ubicó a una distancia prudencial de las músicas que estaban "de moda" (la música barroca, el tango, el jazz, el rock progresivo), y las "malentendió": las comprendió por la mitad, utilizó de ellas lo que se le daba la gana.

Quería seguir hablando sobre la desobediencia, pero me di cuenta de que el concepto de "malentendido" es algo realmente brillante. Además, Googleando los términos "Diego Fischerman y malentendido", aparecen un montón de artículos en los que Fischerman aplica su concepto a una muy variada serie de artistas.

Así que antes que seguir hablando de mi horrísono (e improvisadísimo) concepto de desobediencia, mejor digo un par de pavadas acerca del concepto de Fischerman, que no solo es infinitamente más brillante que el mío porque lo inventó Fischerman que es un tipo inteligente, sino también porque posee una cualidad básica con la que debería cumplir todo concepto: la eufonía. El concepto, o más bien: la palabra de la que se sirvió Fischerman para desarrollar su concepto, suena bien, y es muy fácil pronunciarlo. Pero lo genial del concepto, según me di cuenta 2 o 3 párrafos atrás, radica en que debe ser "malentendido" para ser entendido. Quiero decir: el "malentendido" (la desobediencia) es "el mal, entendido". Porque nadie te enseña a desobedecer, y llega un punto en la vida en que conviene finalmente entenderlo.

Nadie te enseña a desobedecer, y existe un motivo vital para que esto sea así: hay que parir, hay que darle de comer a los críos. No puede (no debe) un padre pedirle a su hijo que lo desobedezca, porque hay que sostener esto de alguna manera. Un día estábamos charlando re-locos con una amiga, y se nos ocurrió lo genial que sería que todos los seres humanos del planeta decidan tomarse una pepa al mismo tiempo. Flasheamos con la hipotética revolución de conciencia que esto conllevaría y nos cagamos de risa. Hasta que mi amiga se dio cuenta de que había un problema fundamental en nuestra revolución planetaria: ¿quien se iba a encargar de los pibes, estando todos re peposos? Por esto sufren aquellos sobre los cuales "la ley del padre" cae con inclemencia, pero tanto o más sufren aquellos a los que esa ley les falta.

Cualquier forma de comunidad le va a pedir al individuo que obedezca, porque es esa ley (que algunos llaman poder, otros dominio y algunos amor) la que de alguna manera constituye esa comunidad. Obviamente, si nos quedaramos con esto nomás, si pensáramos que defender la comunidad se trata de defender a ultranza esa ley de las fuerzas del mal (la desobediencia) seríamos unos reaccionarios conservadores de mierda que renunciaron a pensar y solo son capaces de imponer su esquizofrénica mirada a todos aquellos que a ellos están sometidos. (Faaaaa!) Pero también está la desobediencia, y el mal. El problema es que nadie te enseña a desobedecer. El mal nada te enseña, te puede dar alguna lección, pero jamás se trata de aprenderlo así como se memoriza el dato, como si hubiera un contenido que estarían las palabras del mal transportando. El mal tiene una voz, y uno la escucha o no. Por eso el concepto de malentendido me parece genial: ¡porque hay que entenderlo mal para entenderlo!

Entonces, teníamos la ley por un lado y el mal por el otro (qué originalidad la mía...). La ley constituyendo a la comunidad: bien ineludible y posibilidad de existencia para todo aquel ser humano que se ve obligado en convertirse en sujeto (sujeto a esa comunidad). Pero en contrapunto con ese padre leguleyo que solo impone obediencia: el mal.

Mísera y suicida se vuelve la filosofía cuando (estando del lado de la ley, o sin recordar que es ahí donde está, lo que es lo mismo) quiere convertir esa desobediencia en ley, y termina haciendo de ella una pobre y neurótica preceptiva. Como decía Mariátegui: "los profesionales de la inteligencia no encontraran el camino de la fe".

Belleza exquisita del arte, del saber, del camino hacia/desde el conocimiento: la posibilidad de encontrar ese espacio del mal, necesario para encontrarnos con el individuo que somos (con la voz secreta del mal que en cada tum-tum del corazón o del tambor resuena). Eso sería el arte, si fuera necesaria una definición: ese camino propio (que es el de la desobediencia a la ley) absolutamente necesario para nosotros que somos los sometidos: los que necesitamos pensar un orden distinto al que impera. Pero al mismo tiempo, conjugado con éste en un fulgurante momento de belleza y dolor, el arte es la posibilidad de sujetarnos a una comunidad: él único lugar donde eso que somos da con un sentido. Si es que no somos tan sólo un pedazo de tierra.

Un texto re parecido al de la introducción de "Piazzolla: el malentendido" se podía leer en una edición de página12, pero soy un inútil para buscarlo y no puedo tirarles el link. Pueden hacer como yo y leer la introducción de dorapa y gratis en una librería o pueden (obviamente), comprar el libro que cuesta como 55 pesos. Hoy salió una reseña del libro en página12, pueden leerla haciendo click acá. -> http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/espectaculos/2-14798-2009-08-03.htmlAunque, lamentablemente para nosotros, gustadores del rock; se ocupa casi con exclusividad de la música llamada "clásica" les recomiendo también la lectura de los artículos de Fischerman, que son siempre útiles y brillantes.

6 escucharon:

Tomás en Shorts dijo...

mjm... está bueno. es interesante.

yo pienso bastante parecido. me pasó sobre todo hace un par de años atrás, cuando escuché el primer disco del grupo green. onda que me saltó la ficha. dije, estos tipos se la traen. hay algo en su música completamente radical.

o mejor dicho "malentendido" en su música.

groso.


se suben un disco del grupo green?

Pablo dijo...

Yo creo que no hay que confundir el "mal, entendido" con la transgresión artística y con la rebeldía. Que se yo... se me hacen 3 cosas diferentes.

Mal, entendido: Baudelaire, R. Arlt
Transgresión Artística: Piazzola
Rebeldía: Ricky Espinoza

Por lo menos, así lo ve yo.

mauro dijo...

Pablo: el texto no apuntaba a ofrecer ningún tipo de clasificación de artistas ni estéticas. Es más bien un delirio de fumado, en el que punguié desvergonzadamente de casi toda la filosofía que de oídas malaprendí.
Por otra parte, me late que la tesis del texto es errónea en un punto para nada menor: difícilmente eso que yo desprolijamente llamo "ley y mal" en el texto, se de por separado en la realidad.
Pero bueno, es lo que pasa por meterse en camisa de once varas.

Saludos!

Anónimo dijo...

Concuerdo con Pablo, se me hace difícil pensar a la transgresión del canon como una rebeldía. Por como las planteás, parecen cosas distintas, y el malentendido parece una tercer cosa distinta que, por como la entendí, entra como una reformulación del canon; es decir, toma algunas cosas para reformularlas en algo nuevo (original, si se quiere). Pero no creo que sea esto lo mismo que una transgresión a la Ley, sobre todo cuando, como pasa hoy, la ley es la transgresión.
La rebeldía adolecente o desobediencia es algo totalmente distinto, me parece. Y si la planteás como una necesidad para la madurez, pierde todo lo que tiene de semejante a la rebelión contra la opresión.

Pablo dijo...

Ante todo, me gustó mucho el texto Mauro, solo expresé mi humilde punto de vista.
Mi intención era separar un poco cosas del texto que siento como un pastiche. Digo, me parece que Piazzolla, para transgredir en su género, primero debió hacer todos sus ejercicios de digitación en el piano, que seguramente no le gustaban, pero que alguien (quizás hábilmente) se encargó de que haga.
Por ahí iba la mano, repito, solo opiniones y para nada restando valor a tu texto.

Roma dijo...

sihu2ygru Habal quiero saber cuál fue el desenlace del nerviosismo mental crónico (igual es muy obvio que como en 7 minutos me vas a mandar un mensaje creo aunque no porque es muy temprano igual me sobresalta mucho cuando suena con gogopowerranger a la 1 am necesito no ir a rendir mañana me da fiaca mundial pensar Gramaticalmente)

bueno me voy a armar un bolso loco lleno de autoresnobs y ropa de entrecasa de tios <3

pd. hoy me acordé de cuando quería ser Gandalf y ponerme extensiones de barba